EL verano nos aplana, nos aleja de la actividad más impetuosa. Buscamos una sombra para hacer aquello que requiere paciencia y otras similares virtudes, o simplemente para dejarnos llevar por el paso de las horas.
Y en la sombra, más o menos cómodos, aprendemos a ser detallistas: nos fijamos en la fachada antigua de enfrente, en el balcón repleto de flores, en el físico de la pareja que camina hacia nosotros, en la paloma que bebe en la fuente…
Pero también atraen nuestra mirada y nuestro pulso comportamientos poco cívicos; u objetos (imagínense cualquier cosa) que no debieran estar en un determinado lugar, bien por abandono bien porque ya han hecho su función y por lo tanto carecen de sentido que sigan ahí…
Nos sentimos dolidos ante señales de tráfico y otras, colocadas sin gusto, que empobrecen el Conjunto Histórico; la irresponsabilidad por parte de los dueños de perros...; la tardanza de quienes deben sustituir los bolardos rotos y la poca continuidad en la limpieza de las calles; el cableado colocado sin miramientos por parte de los profesionales…
O estas fotografías, por motivos muy distintos:
Sugiero al dueño de la caseta que la derribe, evitaría posibles accidentes
y mejoraría el aspecto del ferial.
¿Qué pinta un letrero caduco? ¿Es que nadie se preocupa por retirarlo? La obra vencía en mayo de 2010.
En este tramo de la carretera vieja se instaló, hace unos años, un riego automático. ¿Dónde está?... La hierba seca lo dice todo.
Y encima los operarios del Ayuntamiento sólo siegan una parte del terreno…
¡Manda huevos!, que diría Trillo.
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