Después de la desilusión que me ha dejado el 2011, de no cuajar ninguna tarde buena en el ruedo del trabajo, de la autoestima, del creer en un futuro mínimamente aceptable, ¿de dónde saco fuerzas y valor _saberme torero_ para enfrentarme a este miura que será el 2012?
Siempre me como las doce uvas con ilusión, viendo en cada una de ellas una estrella del cielo de mis sueños, pero esta Nochevieja ha sido distinta, extraña, fría, y eso que afuera no había una temperatura muy baja.
Es tan pobre mi creencia en un mañana, al menos, despejado, que me da igual si algún bar no cumple la Ley Antitabaco; si los dueños de los perros dicen, ante una caca, que el suyo no lo hace así (con ese color y forma) para evitar cualquier grado de vergüenza, su poco civismo.
Me da igual que las calles sean novias abandonadas; las palomas, aspersores de excrementos; o que los contenedores de basura vengan sin manual de usuario…
Me da igual si el Ayuntamiento es transparente o no, si sigue funcionando el amiguismo… ¡cuánto hay en Lerma! O si el Instituto carece de interés para muchos. O si ya nunca se terminará el nuevo Centro de Salud.
Me da igual si hay banqueros corruptos, diputados ineptos y otras rapaces.
Me da igual si el jefe mira bien a mi compañera de trabajo... o si la dependienta del supermercado es la más antipática.
Me da igual que la droga sea el pan de muchos, que se usen negocios y simpatía para engañar y seguir con su macabra venta.
Me da igual. ¿O a veces no?, ¿o quizá no?, ¿o rotundamente no?
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